Nota de actualidad | Artesanías al rojo vivo (nota periodistica de Edwin Sánchez, El Nuevo Diario, Nicaragua)

ARTESANÍA AL ROJO VIVO
Nota periodistica de Edwin Sánchez, El Nuevo Diario, Nicaragua
18marzo 1999
Link: http://archivo.elnuevodiario.com.ni/1999/marzo/18-marzo-1999/estasemana/estasemana7.html
ARTESANÍAS AL ROJO VIVO


Es colombiano y posiblemente sea pariente de José Aureliano Buendía, pero en vez de pescaditos de oro fabrica lagartos de cristal. Es un maestro. En el aire traza el reptil a partir de una melcocha de vidrio incandescente.
No es cosa de soplar y hacer sólo botellas.
Sin molde, liberado del error por el mismo arte del talento y de una experiencia de 30 años, Francisco Arango es uno de los maestros venidos de otras tierras a enseñar las magníficas virtudes del vidrio, ¡y cómo!, de botellas quebradas de gaseosas encontradas en un basurero surgen preciosos jarrones, piñas, sandías, toros y lagartos.
Frente a la fumarola perenne del Volcán Santiago, erigido en los áridos terrenos de Piedra Quemada, kilómetro 21 de la Carretera a Masaya, se localiza el taller de fundición "D`Vidrio".
Ricardo López, el gerente general, nos lleva en un recorrido desde los desperdicios de botellas, su lavado, hasta las dos calderas con una temperatura de mil 200 grados centígrados sobre el nivel del infierno. Los trabajadores que introducen tubos de casi dos metros para sacar el vidrio fundido al acercarse, detallan en sus rostros la furia del horno.
NO ES TAN SENCILLO
Este trabajo paradójicamente no es tan sencillo como soplar y hacer botella, aunque la soplan y también hacen botellas, vasos, copas, jarrones y cualquier capricho cristalino.
Con la blanda pelota de vidrio corren a un barril, intentan bajar el calor del tubo y luego, como expertos trompetistas, se lo colocan en la boca y a fuerza de pulmón, soplan hasta formar una chimbomba al rojo vivo, la cual meten en el agua de donde emerge agrietada, y lo vuelven a colocar en el horno para solidificarlo un poco más. En pocos segundos regresan donde el artesano que, en un abrir y cerrar de ojos, dota de agrado a aquella masa sin vida. Luego correrá al otro horno donde se atemperará.
Desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, se inicia la operación. Con todo y que hace un mes abrieron el trabajo, en los cuatro talleres -realmente todos bajo un mismo techo y sin divisiones- el movimiento aparentemente loco, es sincronizado.
SINCRONIZADOS
Quien entra por primera vez no deja de preguntarse cómo es que no chocan entre sí aquellos hombres, y hasta mujeres, a paso ligero con varillas o tubos con las puntas encendidas: mientras un artesano cuaja el vidrio, otro apenas lo extrae, otro va con el tubo abriéndose paso, y uno más remata con mucho estilo las hojas de una piña, todos gravitando alrededor del caluroso deber.
Con su maestría plástica, el señor Arango ejecuta sus obras igual que un mago. Su frondosa concentración contrasta con su instrumental precario: Una varilla y una tijera. El resto se lo deja al talento.
Un trabajador le entrega una pequeña melcocha de cristal que ni siquiera extravía su color ígneo cuando ya, en dos o tres vueltas de prestidigitador, ha estirado la masa y con las tijeras le ha arrancado las candentes formas de un lagarto: Le dio vida. Y no pierde ni un segundo, pues ahí nomás comienza de nuevo, ajeno al resto del mundo, como si en vez de cristal tuviera en sus manos un relámpago y deseara esculpirlo antes de que su resplandor se disipe El propietario de la empresa dijo que todo el producto es reciclado, desde el uso del aceite quemado para la combustión hasta todo tipo de botella quebrada, materiales que de otra forma irían a parar a los basureros o a algún lago. Los deshechos de vidrio se meten en el horno durante 12 horas para derretirlo. Luego vendrá el siguiente paso.
CUATRO TALLERES
En una pileta ponen a lavar los cuechos y cerca se aprecian unos lánguidos jarrones azules. Fueron fabricados con fallas y volverán al horno. López aclara que las botellas verdes o de un color cualquiera, son fundidas aparte del blanco. En este tipo de fábrica nada se desperdicia.
La fábrica es operada por 12 trabajadores, y ocho más en el área administrativa. El trabajo se hace en tres días en los cuatro talleres donde laboran tres individuos, que además de estar trabajando aprenden las artes del cristal.
Al visitar la planta, usted puede valorar más toda la labor que hay detrás de ese adorno que ha colocado en algún lugar de la sala, o bien detenerse a pensar como Luisito Rey, frente a una copa de vino, porque hasta copones, cáliz, vasos y demás cristalería para libar con elegancia se producen frente al Santiago.
Además, estos trabajadores doman el vidrio de tal manera que de un taller aparecen candelas, en otro copas, en uno más frutas y finalmente, lagartos, cuando los toros están descansando en los músculos agitados del señor de Colombia, a la espera de una oportunidad.
La esposa de Luis, Mariel Lacayo, indicó que nadie contaba con experiencia en estas labores. La idea se moldeó suavemente desde hace año y medio, porque no había razón alguna para seguir importando todo si se podía producir en Nicaragua hasta un antojo cristalino.


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